Los Andes merideños a la llegada de los conquistadores: Breve descripción geohumana

 

 

Rubén Alexis Hernández

 

 El año 1558 marcó el inicio de la conquista y colonización española de lo que es hoy el

 estado Mérida, y aunque los invasores no hallaron una tierra rica en metales preciosos,

 cuya   búsqueda   era   el   principal   objetivo   originario,      “descubrieron”   un  

 territorio poblado por miles de indígenas, con extensas superficies cultivadas y cultivables,

 con ecosistemas diversos, y con otros elementos y aspectos favorables para la ocupación

 espacial permanente. Entre otras cosas, los europeos observaron la adaptación ingeniosa

 de los naturales a ciertas   adversidades geográficas, y cómo éstos tenían cultivos en

 laderas y en  zonas semiáridas, por ejemplo. A continuación citamos   a los  cronistas

 Pedro Simón y Pedro de Aguado,   mencionando   aspectos geohumanos de los Andes

 merideños a la llegada de los españoles:

 

    1) “(…) se fueron derechos a las poblaciones que los españoles llamaron de la

    Lagunilla, al principio de  ella,  que en lengua de  los  naturales es llamada

    Zamu (…) mucha poblacion que por allí había, toda junta, por sus barrios,

    muy  acompañada   de  grandes  y  fructíferos  arboles  en  que  entraban  curas,

    guayabas, guaymaros,  caymitos,  ciruelos,   piñas y   otros  generos  de  arboles

    (…), juntamente con esto tenían junto a sus casas hechos muchos corrales en

    que   criaban   paujies,   pavas   y   tortolas   y   otros   muchos   generos  de   aves   de

    diversos colores (…), los indios en su manera de vivir, traian sus personas

    ricamente  aderezadas con mucha plumajería y  cuentas blancas y verdes, y

    mantas de algodón (…)por respecto de cierto lago o laguna que estos indios

    tienen en su tierra, la cual, por  las muchas tierras salobres que la cercan y

    hacen lago, se cuaja en el asiento y suelo de ella un genero de salitre muy

    amargo   (…).   El   efecto   para   que   los   indios   quieren   este   salitre   es

    principalmente para comer, aunque en diferentes  maneras se come; porque

    unos lo comen con echayo en lugar de cal (…), este salitre, que en su propia

    lengua   llaman   xurao  (…)”  (Pedro   de   Aguado,   “Recopilación   historial   de

    Venezuela”, en Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, pp.401-402).

 

    2) “(…) descubrió el valle de las acequias, que llamó de Nuestra Señora, el cual

    aunque muy doblado y aspero era muy poblado de naturales (…). Los indios

    de este valle de Nuestra Señora, de quien voy a tratar, por causa de ser su

    tierra seca de pluvias y no tener a sus tiempos la abundancia de aguas que

    para  sus  labores  han  menester,   enseñados  de  la  sabia  naturaleza  y  de   su

    propia necesidad, se dieron desde el tiempo de sus mayores a abrir la tierra y

    hacer por ella muy largas vias y acequias, por donde el agua que muchos

    arroyos que avarientamente llevan, se despenda y reparta entre toda la tierra

    que ellos cultivan y labran (…); pone admiración el mirar y considerar que

    gente tan barbara y que carecen de herramientas y otros ingenios que para

    semejantes   edificios   son   necesarios,   tuviesen   hechas   tantas   y   tan   buenas

    acequias (…), hasta ahora no se ha hallado que todo este valle tenga nombre

    propio,   sino   como   poco   ha   dije,   cada   barrio   o  pueblo   de   indios   tiene   su

    nombre y apellido” (Pedro de Aguado, ob. cit., p.406).

  

 3)  “Y cierto en los rastros que yo vi, cuando pasé por estas tierras, me parece

    aun corta esta relación, pues se da bien a entender ser asi, de ver que con ser

    tierras muy dobladas todas y de cuestas tan encrespadas e inaccesibles que

    parece ser imposible poder subir por ellas hombres, aun gateando, están todas

    labradas y hechos poyos a trechos, donde sembraban sus raíces y maíz para su

    sustento, porque la muchedumbre de la gente no dejaba que holgase un palmo

    de   tierra   aunque   fuese   de   muy   frios   paramos”  (Pedro   Simón.  Noticias

    historiales   de   Venezuela  (1626).  Caracas: Academia  Nacional  de la  Historia,

    tomo II, 1963, p. 240).

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