Miseria humana
Rubén Alexis Hernández
Uno de los
aspectos que ha caracterizado la miseria espiritual y moral de algunos individuos en el planeta entero,
ha sido el maltrato hacia los animales. Mérida no ha escapado a tal situación,
a pesar de su condición histórica de ciudad intelectual, cultural, de los
caballeros, entre otros calificativos positivos. Es tal el envilecimiento y la
irracionalidad de unos seres incapaces de sentirse en armonía con la naturaleza
y sus distintos componentes, que disfrutan torturando a los toros en las
corridas, incitando en los gallos las peleas a muerte, e incluso asesinando a perros y gatos
injustificadamente. En este contexto, hace algunos años en la Facultad de
Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes, fueron envenenadas unas
perritas con un alcaloide potente llamado estricnina. Aunque sus asesinos
pudieran haberse visto "obligados" a cometer tal acción, la verdad es que se trata
del proceder digno de mentes enfermas, que transpiran odio hacia el
mundo que les rodea, incluyendo a sus seres "queridos" y a sí mismos.
No se puede
justificar lo injustificable, más aún cuando se supone que estamos en lo más
alto de la evolución animal, de acuerdo a las teorías "científicas" tradicionales. En
realidad sí somos los más evolucionados para matar por placer, para degradar y
explotar irracionalmente la naturaleza, para aplastar a los homo sapiens más
débiles y para cometer otras tropelías. Podremos disfrutar y presumir de los
avances científico-tecnológicos que progresivamente ocupan los espacios
públicos y privados, pero sí carecemos de los valores y las virtudes necesarias
para el crecimiento personal íntegro, seguiremos actuando con brutalidad y con
el corazón lleno de rencor hacia aquellos seres con quienes compartimos un gran
hogar común: la Tierra.
Hurgando
algunos papeles sobre el escritor merideño Tulio Febres Cordero, encontramos
casualmente una hoja suelta en la que reflexiona sobre el maltrato que algunos
dan a los perros, más conocidos como
los mejores amigos del hombre, porque son fieles aunque el amo no sea
precisamente amistoso. En virtud que hemos tratado el tema del envenenamiento
de los canes en plena Casa de Estudios Superiores de Mérida, el escrito de Don
Tulio queda como anillo al dedo. A
continuación un extracto del documento titulado "En defensa del
perro":
"¡El
pobre perro! Diariamente calumniado por el hombre. No obstante su fidelidad
admirable, y la valentía con que sale en defensa de su dueño, en el lenguaje
vulgar su nombre ha venido a ser, por una contraposición inconcebible, sinónimo
de ingrato, desagradecido y temerario.
-Es
muy perro, se dice también del amigo inconstante, del compañero despegado o
tornadizo.
Esta
tirria contra el pobre perro no está solamente en el vulgo: está autorizada
también por personas mayores en edad, saber y gobierno.
Perro,
dicen los señores académicos en su diccionario, metafóricamente es nombre que
se da por ignominia, afrenta y desprecio, especialmente a los mozos e infieles.
¡A
los judíos!. ¡A los infieles!... No se halló en el vocabulario palabra más
significativa de infidelidad que perro, el nombre del animal más fiel que Dios
ha puesto al servicio del hombre, del amigo y compañero más leal y más noble,
cualidades que hicieron exclamar a Eusebio Baptista, nuestro célebre orador.
Cuanto más trato a los hombres, más quiero a mi perro (...)
¡El
pobre perro! Tiene armas, y no las esgrime nunca contra sus amigos, aunque
estos lo maltraten; tiene hambre, y no abandona jamás el puesto que vigila;
está con un palmo de la lengua afuera, acezante, bañado en sudor, rendido de
cansancio, y sin embargo, sigue su camino, sin detenerse, hasta caer exánime a
los pies de su dueño.
¡El
pobre perro! Cuando todos nos dejan solos en el campo de la muerte; cuando la
yerba está ya crecida sobre la sepultura, el perro va todavía allí, en busca de
su amo; el perro va a romper el silencio del cementerio con sus lastimeros
aullidos, y a calentar con su cuerpo la fría losa del sepulcro amado!..."
Excelente !
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